Comentar

Una voz grita en el desierto

Chimbote en Línea.- (Por: fray Héctor Herrera OP) Segundo Domingo de Adviento. Hoy Mc. 1,1-8 nos presenta el evangelio como una buena y alegre  noticia. El centro del Evangelio es la Persona de Jesucristo, Hijo de Dios, título que le da al inicio del evangelio (1). Y que se manifiesta claramente en la cruz, en la confesión del centurión (Mc. 15,39). Y que Jesús muerto y resucitado es nuestra salvación.

Marcos nos recuerda la profecía de los tiempos mesiánicos (v.2-4), atribuida a Isaías, pero está tomada de Ex 23,20 y de Malaquías 3,1. Preparen el camino del Señor (Is. 40,3).

Marcos retoma esta experiencia de Isaías y nos presenta al mensajero Juan: la voz que grita en el desierto: predicando un bautismo de arrepentimiento (v.4), cambio de vida y de actitudes para reconocer a Jesús que llega. Su predicación va acompañada de una profunda austeridad de vida. Su vestido era la piel del camello. Su alimento: saltamontes y miel silvestre (v.6).

¿Qué anunciaba Juan? “Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo” (v.7). No se arrogaba Juan, que él era el Mesías, sino anunciaba, creaba las condiciones para que nosotros cristianos de hoy nos convirtamos, cambiemos de vida y de actitudes, para acoger a Jesús en nuestras vidas. Juan vivía dentro de un sistema de poder político y religioso contrario a Dios. Había violencia, opresión, difamación, sin embargo es en la profundidad del desierto, fuera de la ciudad donde escucha la voz de Dios.

Su bautismo era de purificación, signo del perdón de los pecados y compromiso de cambio de vida. El bautismo de Jesús nos da la fuerza del Espíritu Santo, que transforma nuestra conciencia desde adentro y que se manifiesta en la vida personal y comunitaria.

Juan sufrió persecución, porque su palabra era la verdad, la cercanía de Dios, el consuelo para su pueblo. Exigía transparencia de vida, como hoy se exige a todos nosotros. La noticia de Juan era aceptada por todos los pobres, que lo reconocían como un profeta.

Hoy los cristianos tenemos que anunciar a este Jesús hecho hombre, que murió y resucitó para darnos luz y vida. Sólo si tomamos en serio nuestra vida, le daremos otro sentido.

La voz de los medios de comunicación hoy si son mensajeros de buenas y alegres noticias podrán inyectar en el corazón de las conciencias una nueva manera de educar y de comportarse, vivir la experiencia alegre de nuestros pueblos como lo hacía Jesús, comprender que la realidad para ser transformada necesita escuchar la voz de Dios, que nos habla en las experiencias sencillas, duras y difíciles de la vida para poder comprender la gran sabiduría de Dios, que nos hace reconocernos como hermanos y que sólo en la comprensión, en el respeto y en la solidaridad podremos descubrir a Jesús como el Hijo del Dios vivo presente en medio de los humildes. Entonces como nos dice San Pedro: “De acuerdo con su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en los que habitará la justicia” (2 Pe.3, 13)