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¿Quién soy yo para ti?(Por: Fray Hector Herrera o.p.)

Chimbote en Línea.- Cesarea de Filipo, es la región donde Jesús dialoga con sus discípulos acerca de Él. De esto nos narra el evangelio de Mt. 16,13-20. ¿Quién dicen la gente que es el Hijo del hombre? (v. 13).

Las respuestas no se dejan esperar: Juan Bautista, Elías, Jeremías o un gran profeta. Y el diálogo se va profundizando, como hoy nos pasa a nosotros. ¿Quién soy yo para ti? (V. 15). ¿Qué significo en tu vida? Había convivido tres años con estos amigos, los había llevado a un crecimiento y madurez de la fe. Simón le responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (v.16).
Es una confesión que nace de la fe, de la confianza, del reconocimiento que Él encarna al Dios de la vida. Seguramente, Jesús lo mira con cariño y le dice: ¡Dichoso tú Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne o hueso, sino mi Padre del cielo! (v. 17). Feliz tú amigo, a, cuando tú me encuentras, cuando confiesas con  fe, que en mí está la vida. Porque Yo soy el Señor que ama la vida y quiero que la ames y respetes. 

Jesús frente a Simón le cambia el nombre: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá” (v.18). Sobre esta piedra, haré que seas la base de mi comunidad de creyentes. Es a ti que te doy ese poder, donde los creyentes van a ir madurando en la fe y comprometiéndose en la defensa de la vida. Te daré las llaves, el poder de atar y desatar. A Pedro le confiará ese poder, pero Jesús es el único que tiene las llaves y el poder de abrir y cerrar (Ap. 3,7). Es Pedro, la persona visible quien conducirá a los creyentes a ser testigos de la verdad, la reconciliación, la justicia y la paz en medio del mundo. Es allí donde vamos a ser como la semilla de fe y esperanza en Jesús vivo, que asume las alegrías, las tristezas y esperanzas de los seres humanos de nuestro tiempo.

¿Quién soy yo para ti?, es la pregunta constante que nos hace Jesús a todo creyente. ¿Lo encontramos en su Palabra? Los cristianos católicos bebemos de la mesa de la Palabra, cuando abrimos las bellas páginas de la Biblia y la ponemos en práctica, cuando hacemos del hogar una comunidad de oración, de amor, de valoración de hijos y esposos, se solidariza con el que menos tiene. Cuando nos reunimos como comunidad cristiana para agradecer a Dios, vivir la fe, alimentarnos del cuerpo y de la sangre de Jesús, para ser testimonio de creyentes que trabajan por un mundo con rostro más humano, trabajando por la dignidad de cada ser humano.

Mi encuentro con Jesús tiene que ser personal, vivencial y comunitario. Lo descubro en la Sagrada Escritura y en su práctica que me hace hijo de un Padre y hermano en Cristo (Mc 3,33; Mt 12,48-49; Lc 8,21). Lo encuentro en el partir,  comer y compartir el pan  juntos como comunidad cristiana (Hech 2,42-47). Lo encuentro en el hermano desconocido, en el que sufre, en el que no cree, en el más excluido, pobre, enfermo, moribundo y maltratado, en el que sufre las injusticias. Porque  todo lo que hicieron o dejaron de hacer a uno de estos pequeños, conmigo lo hicieron, nos repite Jesús (Mt 25.45). Jesús es la Palabra viva de Dios que se ha hecho humano, para que nosotros los humanos seamos divinos (Cf. Jn 1,1-18).  (Por Fr. Héctor Herrera, o.p.)