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La Primera Guerra Mundial cumple un siglo

Chimbote en Línea.- La Primera  Guerra Mundial,  también  llamada Gran Guerra, fue una conflagración surrealista y absurda en la que murieron casi diez millones de seres humanos, y   otros tantos  llevarían hasta el fin de sus vidas  una herida, una marca física y moral indeleble.

Este terrible  episodio de la Historia Universal  que  comenzó  en  Europa  el 28 de julio de 1914 con la declaración de guerra del Imperio Austro-Húngaro a Serbia,  fue una simple y pura catástrofe. Algunas personas  lúcidas lo previeron entonces.

Hubo un inteligente profeta, sir Edward Grey, ministro de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña que decía: “Las lámparas se están extinguiendo en Europa, no volveremos a verlas brillar en todo el  tiempo de nuestra vida”. Pocas frases han resultado más ciertas en la historia.  Charles Chaplin dijo en sus memorias  que con el inicio de la guerra  se había perdido el “decoro básico del mundo”. Otro gran personaje advertía el desastre: Jean Jaurés.

El gran patriarca del socialismo francés trató de levantar al pueblo en manifestaciones contra la guerra; no solo en Francia, sino también en Alemania, utilizando la unión mundial del proletariado prevista por la Internacional Socialista.  Jaurés pronunciaba  arengas en la calle, trataba de unir en torno suyo a los trabajadores, a los pacifistas; sin embargo, hasta sus propios compañeros socialistas, obnubilados por el ambiente bélico que se respiraba, votaron en el Parlamento a favor de  la participación de Francia en la guerra.

El 31 de julio,   dos días antes del inicio de las hostilidades (2 de agosto), mientras  se hallaba en un café de París, Jean Jaurés caía asesinado por unos fanáticos militaristas. Los  socialistas rusos  siguieron el camino de Jaurés; desde el inicio de la  guerra predicaron el pacifismo radical  ante el pueblo y los soldados. Esta actitud contribuyó  al advenimiento de la Revolución Bolchevique en 1917.
¿Por qué empezó la guerra? Todos los libros de historia se refieren a un suceso: el asesinato del archiduque Francisco Fernando de Habsburgo, heredero del Imperio Austro-Húngaro,  y su mujer, en la ciudad de Sarajevo (Bosnia). En realidad, la guerra estaba prevista, pero bastaba un pretexto para provocarla.

Ese pretexto  fue aquel asesinato ejecutado el 28 de junio de 1914  por el serbio Gavrilo Princip,  miembro de una sociedad llamada “Unificación o muerte”, que  se proponía la creación de un Estado serbio que agrupase a todos los eslavos del Sur.

El  atentado contra Francisco Fernando era, pues,  un asunto puramente local, pero sirvió al Imperio austro-húngaro de motivo  para lanzarse a la anexión de Serbia; a Alemania, para respaldar a sus primos hermanos de Austria; a Rusia, para intentar contener la expansión de sus rivales; a Francia, para verse envuelta en la red de sus alianzas, y a Gran Bretaña, para cumplir sus acuerdos con Francia. El  crimen sirvió de pretexto, no de causa. Ahora bien, ¿cuáles fueron los verdaderos motivos?

El historiador ruso G. Déborine lo explicó así: “La I Guerra Mundial no fue un accidente. Fue el resultado del desarrollo de las profundas contradicciones del capitalismo y de sus propiedades inherentes al estadio del imperialismo. De las propiedades mismas del capitalismo se desprende la tendencia de la burguesía a exportar sus capitales y a luchar por los mercados exteriores al no encontrar compradores solventes en el interior del país; asimismo, tenía por objeto   la apropiación de fuentes de materias primas y de nuevas colonias;  a la eliminación de competidores en los mercados mundiales” (…) “La I Guerra Mundial  fue engendrada por el conflicto entre los países capitalistas avanzados en su desarrollo, como Alemania; y por Inglaterra y Francia, más atrasadas y  que buscaban la forma de enfrentarse a sus competidores”.

Durante el mes de julio, hemos visto bastantes   reportajes  en la televisión, varias películas, y hemos  releído algunos libros, todos  sobre aquel  conflicto mundial. Estos reconstruyen con dramática realidad los campos de batalla. A través de las imágenes y lecturas  hemos podido contemplar o imaginar  la  triste  desolación y la agonía colectiva de los combatientes; las trincheras  convertidas en un escenario de gases, de  barro, de podredumbre,  de gangrena y de dolor.

Es natural que el hombre de Europa saliera de  aquella guerra con una sensación de aplastamiento, todavía mayor en el orden moral que en el orden físico. La Primera Guerra Mundial  hizo de muchos europeos seres desnaturalizados, con desprecio absoluto hasta de la vida, el  primero  de los apreciados patrimonios de cualquier ser humano. No es de extrañar que pocos años después sobreviniera el fascismo y la II Guerra Mundial con sus terribles consecuencias.

Verdaderamente, como decía el gran Charles Chaplin, eufemísticamente si se quiere, en aquella  contienda quedó vencido el “decoro básico del mundo”. Para nosotros, la gran enseñanza de la guerra  de 1914  es  que hizo patente  la inutilidad de las guerras, la de que las guerras son siempre un desastre, una calamidad, incluso para quienes las ganan. (Por:  Germán Torres Cobián)