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Conociendo a José Ñique de la Puente

Chimbote en Línea (Por: Guillermo Martínez Pinillos) Se detuvo al borde de una escalera y extendió la mano como si quisiera alcanzarlo; como si tocara algo aparecido al fondo del pasillo. Lo estoy viendo – me dijo. –Ahí está Manuel.

Describió su ropa, su singular aliño, su vehemencia para intentar cambiarlo todo. Lo recordaba perfectamente. “Como a un sobrino”. Recordó el número de su aula, su nombre completo, sus paseos por pasadizos universitarios, la interrupción de sus clases, su exposición filosófica. “Tenía esa camisa color verde olivo, sobre su ropa negra. Él era un Punk y yo me mataba de risa, pero no me burlaba, sino que me daba alegría de su juventud y su voluntad de que el mundo alcanzara su realidad, de que la gente estuviera a la altura”.

La pasada mañana de domingo, mi amigo-hermano Camilo Arteaga me llamó por teléfono y me despertó con una noticia. “Vamos a Trujillo”, me propuso. Cuando llegó, había ya otra persona en el automóvil. “Ñique de la Puente”, me dijo al extenderme a mano. “Me ha dicho Camilo que eres Martínez Pinillos. Yo tuve un alumno con el mismo apellido hace 21 años en San Marcos. Facultad de derecho”. Lo recitó todo casi sin respirar, hasta el número del aula. “Era mi hermano Manuel “, digo. Sonrió y me contestó: Manuel Roberto. “Manuel Roberto Martínez Pinillos”, se extendió enseguida mirando a través del parabrisas como si la carretera fuera la misma eternidad.

Pasamos la mañana entretenidos en la rebusca de acontecimientos de hace más de veinte años. Cosas que habían pasado y que se habían dicho. Elementos de una condición “para que Manuel y otros jóvenes se elevaran en el sacrificio”, según afirmaba Ñique de la Puente.

Era un mundo distinto; hubo quienes no sobrevivieron a la caída del Muro. Estudiantes y hasta personas mayores que quedaron como flotando en el vacío ante la ausencia de uno de los polos de energía de ese mundo bipolar. Casi como los alumnos extranjeros que se quedaron varados en Polonia, Checoslovaquia, Ucrania, después del fin del bloque soviético. Sin sustento y sin razones se volvieron locos.

“Pero Manuel no fue así. Se adelantó y estaba desesperado porque tal vez intuía que nos convertiríamos en esto”. Paseábamos en el Mall Plaza de Trujillo, poco después de almorzar. “Se hubiera enfrentado a esto. Aquí tú ves cómo se cultiva el hedonismo”. Hedonismo de tiempos neoliberales, doctor, le digo.

Caminamos junto a la multitud que se abstrae en escaparates, en vitrinas, en pasadizos de vidrio y espejo. Paredes de fantasía, jardines de fantasía, luces de fantasía. Las utopías son cada vez más inmediatas y menos altruistas. Pienso en mí y luego existo yo. La visión de futuro que se reduce a comprar lo último que pusieron en ese escaparate, el potaje más visible del cartel del patio de comidas. “Pero si no lo logran pueden morir” Así se desarrolla el hedonismo en tiempos neoliberales, doctor. “Es un hedonismo de subsistencia”.

José Antonio Ñique de la Puente está al día. Lo sé mientras nos tomamos un fallido selfie y comentamos de las novedades de modernas tecnologías de información. Pero su desempeño político tiene genealogía y tiene  historia. No en vano vivió en la casa de uno de los políticos más perseguidos del Perú de los años 60. “Viví en casa de mi tío Luis Felipe de la Puente Uceda cuando la guerrilla estaba en su apogeo.

Fui representante de todos los estudiantes de San Marcos, durante una dictadura y he pasado de todo, preso político, deportado y perseguido “.  No ha perdido la fe en la acción. Por eso recorre el país en cátedras de post grado y con la fe de cambiar el país. Este encuentro en Chimbote, se debe a que participa como docente en la Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional del Santa.

“Pero para cambiar las cosas debemos siempre volver al derecho. El derecho debe ser siempre nuestro refugio. Pero no la ley tal como está, si no el derecho como debería ser. No lex lata si no lege ferenda. El ideal, la utopía. Volver a los orígenes, como aspiraba el arquitecto catalán Antonio Gaudí. Cosa que es difícil porque ya los valores han sido desplazados. Por ejemplo, la ética ya no existe. Lo que ahora existe es la billética”.

Ñique de la Puente aborda un pequeño avión que lo desde el aeropuerto Carlos Martínez  de Pinillos de Trujillo a la capital. (Ese es el homenaje del pueblo de Trujillo a un capitán que se negó a bombardear a la población durante la alzada aprista del año 33, hijo”.

Se despide después de hacer un paseo mental por confusos árboles familiares por cuyas ramas pasean ancestros y se saludan genes de colores. Por los mismos caminos de Moche, por el departamento de la Libertad, por topónimos y vocablos de la lengua culle. Por Quillca, Cajabamba, Huamachuco y la Succha. Cabalgando con el tío Teodoro Alegría, ingresando al cuartel D’onovan, escuchando cuentos irlandeses, comiendo en lapas mochicas. Que tenga un buen viaje. “Chau, sobrino. Hasta la próxima semana”, dice y se va.