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Yo soy el pan vivo

Chimbote en Línea (Por: fray Héctor Herrera OP) Caminando por la Cordillera Negra, se ve numerosos pueblitos, sembrados de trigo y cebada. En otros pueblos de la costa se ven viñedos. Todo un esfuerzo y trabajo de niños, as, mujeres y varones que lo hacen en comunidad. Se ve los hornos de adobe, donde después de moler el trigo o la cebada hacen el pan.

Hoy la Palabra de Dios nos conecta con nuestra vida y realidad: “Recuerda el camino que el Señor te ha hecho recorrer. Él te alimentó en el desierto con un maná (Dt.8,2.16). Y el evangelio de hoy de Jn 6,51-58 nos dice Jesús “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.

Y el pan que yo le daré es mi carne para la vida del mundo”(v.51). Su palabra puede resultar dura como lo fue para los judíos ¿cómo éste puede darnos a comer su carne? (v. 52). Jesús se ha encarnado en nuestra historia para enseñarnos que nadie puede saciar el hambre de Dios y el hambre de pan, sino él mismo, que entregó su vida en el altar de la cruz para que tengamos vida.

Para que comprendamos que ese pan y vino, son el trabajo de muchas manos que se ofrecen hoy en cada eucaristía o misa, como signo de amor y de unidad, que se prolonga en buscar la común unión entre hermanos, construir gestos de solidaridad y de acompañamiento con esos niños, as, ancianos, as, mujeres, jóvenes varones y adultos que carecen de pan, de trabajo. Nuestra misión como cristianos es compartir con el hermano hambriento y sediento, porque el Pan de Vida, se hace presente en cada uno de ellos.

Por eso cuando adoramos a Jesús en el sagrario o contemplamos su cuerpo en la custodia, en ese Pan vivo que celebramos, nos vuelve a cuestionar en lo profundo de nuestro ser, ¿creemos que Jesús Pan de vida que se nos da en alimento para que amemos y defendamos la vida de toda persona? ¿Somos signos de comunión, de entrega, de solidaridad con los pobres que son el cuerpo viviente de Cristo? ¿Nuestras eucaristías son signos proféticos de renovación en mejorar las relaciones humanas y fraternas en el hogar, en el trabajo, en las instituciones educativas, en las formas de vida social que sean reflejos del Pan de Vida que nos transforma y el alimento que nos compromete a recrear la amistad y el amor de unos a otros?

Para que Jesús se haga Pan de Vida, en cada eucaristía, en las ofrendas de pan y de vino, hay gestos de entrega y de trabajo de muchas manos, desde la semilla, la espiga, la harina molida, la uva triturada, son hechos en comunión de personas. 

Jesús les dice que él mismo y no otra cosa es el verdadero "pan bajado del cielo para la vida del mundo", y los que creen en él viven.

Jesús ha querido servirse de estos símbolos de pan y de vino, para enseñarnos el don de la vida. Él es la vida y nosotros somos los sarmientos, unidos a esa vid (Jn 15,5). Y por eso Jesús en el desierto, símbolo de su fe pura en Dios, rechaza lo superfluo de este mundo, la vanidad,  la ostentación y la opulencia de algunos indiferentes frente a la hambruna de muchos para recordarnos la alianza y cercanía de Dios con su pueblo y sellada definitivamente en Él: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt.4, 4). ¿Viviremos como Iglesia esta cercanía y comunión con Jesús Pan Vivo para alabar, bendecir y comprometernos con alegría para ser signos de amistad y de reconciliación en nuestro pueblo?