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"Que Cristo Crucificado haga de los jóvenes de Chimbote una intrépida legión de apóstoles"

Chimbote en Línea  (Por: Mons. Angel Francisco Simón Piorno) Queridos jóvenes: El Crucificado es hoy el centro de la mirada de toda la Iglesia de Chimbote.  Contemplar su rostro, su cuerpo, sus pies clavados, sus brazos extendidos, es nuestra tarea en este día.  Es preciso que nuestra mirada, tantas veces distraída o acostumbrada, adquiera hoy profundidad y serenidad.  Saber mirar a una persona, a un acontecimiento, es un arte vital.  Saber mirar a Cristo con la mirada precisa es capital para una comunidad cristiana.

1. El Crucificado reclama ante todo una mirada CREYENTE, que vea en Él algo más que a una simple persona ajusticiada por ser religiosa o políticamente incómoda.  En la Cruz Dios Padre nos entrega a su propio Hijo por amor, para que nosotros sepamos que somos sus  hijos y depongamos actitudes de frialdad, de extrañeza, de esclavitud y de pecado. 

En la Cruz, este hombre que es el HIJO DE DIOS, envuelto y penetrado por la más densa obscuridad y abatimiento, tiene el valor de confiarse plenamente al Padre y de perdonar generosamente a sus verdugos.  En la Cruz, el Hombre que expira nos inspira su Espíritu para que vivamos y muramos con Él.  En la Cruz Dios ha querido bajar hasta los sótanos más profundos de la condición humana y ha querido experimentar el cáliz de ser hombre.  En la Cruz el Dios Salvador que todo lo puede ha querido asumir voluntariamente la impotencia y se ha dejado expulsar del mundo por los poderes e intereses dominantes.

2. Contemplar al Crucificado está postulando de nosotros una mirada de SINTONÍA. A Jesucristo Crucificado podemos alcanzarlo con una mirada de espectadores que le ven desde dentro.  Sin este conocimiento interno, generado en nosotros por el Espíritu Santo, podemos acumular datos sobre Cristo, pero no sabemos nada.  Entrar dentro de los sentimientos de este hombre que lucha entre el pavor y la confianza, entre la angustia y la esperanza, entre el instinto de vivir y la aceptación de la muerte, es una verdadera gracia que llena el corazón de serenidad y de consuelo.

3. La mirada al Crucificado ha de ser hoy una mirada de COMPASIÓN.  El Señor levantado en la Cruz entre el cielo y la tierra, es el símbolo de todas las vidas crucificadas de nuestra Historia.  Él carga sobre sus hombros no solo nuestros pecados, sino también nuestras miserias y sufrimientos. 

En el exilio de hombres y mujeres que tienen que abandonar su patria, en las víctimas de las luchas étnicas, en la miseria de los suburbios latinoamericanos, en la agonía de los enfermos terminales, en la desolación de los padres que acaban de perder un hijo en un accidente, en el abatimiento de las esposas y de los  hijos que  han sido abandonados y engañados, en la soledad de los que no son amados por nadie, el Crucificado prolonga su agonía.  La contemplación del Crucificado nos comunica sensibilidad para sintonizar con los crucificados de la tierra.

4. La mirada al Crucificado ha de ser, además, una mirada de ESPERANZA. Porque el murió así y fue escuchado por su Padre y resucitó al tercer día, sabemos que en toda situación por desesperada que parezca, Dios está junto a nosotros, no librándonos del mundo, sino acompañándonos en el mundo y abriendo una salida final.

5. La mirada al Crucificado ha de ser, en fin, una mirada MOVILIZADORA, que nos sitúe al lado de los que sufren para ayudarlos a bajar de la cruz o, al menos, a no derrumbarse en ella.  El grito del Señor en la Cruz es también un grito de mansa protesta contra las cruces injustas de la historia.

¡Cuántas cruces injustas encontramos a lo largo del camino!.  ¡Cuánto dolor y cuánto sufrimiento el que podemos descubrir en este puerto de Chimbote!. Aunque la corrupción contaminante nos envuelve y los crímenes siguen golpeando a nuestra ciudad, la sangre derramada nos invita en este día a no claudicar, a no desmoralizarnos.

Dios está de nuestra parte y ha prometido el reino de los cielos a los mansos, a los pacíficos, a los limpios de corazón, a los pobres de espíritu y a todos aquellos que tienen la osadía de luchar por la paz y por la justicia.

Que Cristo Crucificado nos libere del miedo y haga de los jóvenes de Chimbote una intrépida legión de apóstoles que no claudican ni ante la amenaza, ni ante la dificultad.  Podemos y debemos cambiar el rostro manchado o sangriento del puerto de Chimbote. 

(Homilía del Obispo de Chimbote en la misa por Semana Santa, ofrecida en el Santuario Señor de la Vida-Cerro de la Juventud, 12 de abril del 2014)