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Dame de beber para darte la vida eterna

Chimbote en Línea (Por: P. Segundo A. Díaz Flores) III Domingo de Cuaresma. Hoy celebramos el III Domingo de Cuaresma. La palabra de Dios nos invita a confiar en el Señor. Así en el santo Evangelio, Jesús nos pide de beber aunque tengamos el corazón lleno de pecado.

En el Evangelio, Jesús, al igual que el Pueblo de Israel, en el desierto tiene sed. La necesidad del agua para la el ser humano es vital. Es por ello, que el pueblo en el desierto al no tener agua, se revela contra Moisés. El Señor por la oración de Moisés,  hizo salir agua de la Roca, en Masá y Meribá, lugar donde tentaron al Señor diciendo: — «¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?».

Ante la angustia por satisfacer una necesidad vital, como el hambre o la sed, el hombre puede dudar de la existencia de Dios y puede negarse a escuchar su voz, por ello, en el salmo le hemos dicho: “escucharemos tu voz, Señor”, que no endureceremos el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando nuestros padres pusieron a prueba y tentaron a Dios, aunque habían visto las obras.

Muchas veces, en nuestra vida suceden pruebas, como la falta de alimento y agua, tantas personas que viven en la escasez, en la falta de servicios básicos, como agua, desagüe, electricidad. Muchos de nuestros hermanos viven en condiciones infrahumanas, como los israelitas en el desierto, amenazados de muerte por la falta de pan y de agua. Hoy en día, donde reina la inseguridad, donde la vida pareciera que no vale nada, reina el odio, el miedo y la muerte. Dios nos invita a ser Moisés, de nuestros hermanos, para que no murmuren de Dios, para que no se escandalicen, para que no piensen que no hay Dios, que Dios no está con ellos. Nos invita a sacar el agua de la roca. Nos invita sacar esperanza de la desesperación, vida de la muerte, vida digna de la pobreza, con nuestra palabra, con nuestro ejemplo, con nuestra vida.

Solo de esta manera, podemos manifestar al mundo, como afirma el apóstol Pablo, “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” con el Espíritu Santo que se nos ha dado, porque hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.

La esperanza cristiana no nos defrauda, porque Dios siempre está a nuestro lado, incluso en las situaciones más adversas, porque Cristo murió por los pecadores, puesto que es verdad que a duras penas habrá quien muera por un justo; mas la prueba de que Dios nos ama es que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros.

Este es el amor de Dios, es el agua que Jesús promete a la Samaritana, a quien había pedido de beber, porque Jesús, como hombre verdadero, comparte nuestros mismos sufrimientos, nuestras mismas necesidades, tiene sed. Pero, como verdadero Dios, también sabe nuestra sed, no solo la sed física, sino especialmente la espiritual. — «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y Él te daría agua viva». El que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial que brota hasta la vida eterna».

Jesús, a mi parecer, ante la ironía “alegre” de la samaritana, le muestra su pecado, ella se trata de justificar, por el relativismo del lugar de adoración a Dios, Jesús le declara que llegará que el día que se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad».