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Luz para el mundo

Chimbote en Línea (Por: Fr. Héctor Herrera OP) El evangelio de Mt 5,13-16, nos presenta a Jesús como el Maestro, que enseña desde una realidad concreta: sal y luz. La sal da sabor y conserva los alimentos. Era un signo de la alianza con Dios, la permanencia del pueblo elegido (Num 18,19). Y los discípulos tenemos que hacer entrar nuestro mundo en alianza con Dios, despertando el sentido de la vida y la inquietud por la justicia.

La luz alumbraba las casas de Palestina, como hoy un pequeño mechero en las aldeas campesinas. Jesús toma este ejemplo para indicarnos que Dios es luz y que Él es la luz que ilumina nuestras vidas (Jn 8,12).

El discípulo camina en la luz de Jesús y vence las tinieblas del egoísmo, la indiferencia y la insolidaridad. Es sal y luz, cuando crea lazos de solidaridad, que nos permitan ver en el otro a un hermano, a través de las obras de misericordia: “Compartirás tu pan con el hambriento, los pobres sin techo entrarán en tu casa, vestirás al que veas desnudo y no volverás la espalda a tu hermano.

Entonces tu luz surgirá y tus heridas sanarán rápidamente” (Is 58,7-8). Estas enseñanzas profundas las veo en los cristianos sencillos como Esperanza que comparte el pan con los más pobres, aún de lo poco que tiene.

Jesús nos enseña hoy: “Ustedes son sal y luz del mundo” (vv. 13-14). Estamos llamados a dar sabor a nuestra misión, a buscar el amor y la vida con los demás. Hay una gran felicidad cuando uno comprende su misión  y descubre que Jesús es la esperanza frente a un mundo de “iluminados” que se creen dueños de la vida, que manipulan al ser humano según sus intereses egoístas.

“Yo soy la luz del mundo, quien me siga no caminará en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12). Nuestro mundo de hoy necesita testimonios concretos de generosidad, devolver la dignidad al ser humano, trabajar por una educación que concientice  y libere a la persona, que comprenda y decida bien, cuando se trate de elegir, teniendo en cuenta el bien común.

Cuando veo  la sonrisa de Elizabeth trabajando fuerte con los internos, los jóvenes  que aprenden a valorarse y sacar del anonimato a los drogadictos, los que trabajan en la promoción y conocimiento de los derechos de la persona, los que entregan su vida en las misiones inhóspitas de la selva, están caminando como Jesús para sacar de las tinieblas de la ignorancia, protegiendo la salud y la vida de las personas.

Hoy nuestros pueblos no necesitan de discursos altivos, llenos de soberbia, sino necesitan de un mensaje coherente con el ejemplo y testimonio de vida. No predicadores de desgracias o de cuentos, sino como nos enseña el apóstol Pablo de personas que vivamos con sinceridad el mensaje de Jesucristo, que no nos prediquemos a nosotros mismos, “sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Cor 2,2).

Nuestras comunidades cristianas, tenemos una misión ser luz y fuerza del Evangelio de la vida. “Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del evangelio”(E.G. 20). 

DOMINGO V T.O. CICLO A. 09.02.2014. MT. 5,13-16