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¡Dios o el dinero!

Chimbote en Línea (Evangelio dominical).- "El superconfort de los satisfechos se paga con la miseria de las masas, cada vez más numerosas”. Obispo Don Helder Cámara.

En tiempos de Jesús, generalmente la administración de los bienes, se encomendaba a una persona que había nacido en casa de su amo, y éste le encargaba la transacción de todo. Se trata de un administrador que es echado por su Señor.

Y antes de quedarse sin nada, con mucha inteligencia, no les cobra toda la deuda, sino que se hace pagar lo que le tocaba. Jesús, en el evangelio de Lc 16,1-8, no alaba la forma injusta, sino la astucia con que obra este hombre.

Hoy se habla del superávit de la economía, pero es para unos pocos, sin llegar a la inmensa mayoría de personas. Jesús nos habla “si no fueron de confianza con el injusto dinero, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? (v.11).

El profeta Amós (8,4-7), en tiempos de Jeroboán II, veía en Israel que la riqueza, como hoy, estaba mal distribuida y va contra los defraudadores y explotadores. Toca una realidad como las actuales, profundas y graves injusticias, tribunales, a veces en manos de los poderosos que atropellan los derechos del pobre.

El dinero y el poder, hacen caso omiso a Dios y a la solidaridad con los más necesitados. Lo que ataca el profeta Amós, como lo hace Jesús, es que a la sociedad corrupta, le gusta el dios dinero, el culto, lo externo, pero no tiene sentimientos de compasión y misericordia para los con los necesitados, quienes no gozan de las necesidades básicas. Y menos les interesa Dios.

Jesús nos enseña: “No pueden servir a Dios y al dinero” (v.13). El dinero mal habido cierra el corazón del hombre.

No les importa el sudor, las lágrimas y la vida de sus hermanos. No les interesa cómo ganar dinero, aún si destruyen la tierra y contaminan el medioambiente. Lo único que piensan es acumular. Por eso una economía que no está al servicio de todos, se convierte en un insulto, si es “desarrollo de unos pocos”.

Un desarrollo integral tiene que ir unido a una calidad de vida y una moral profunda: fidelidad a Dios y solidaridad con el hermano, es construir una sociedad más fraterna y justa.

“Una reforma con sangre clama al cielo” gritaba con voz profética Mons. Oscar Romero. Es urgente una economía solidaria, que mire al desarrollo integral de todos, basada en la justicia, la verdad, un espíritu compasivo, con ojos de fe, no sólo en estadísticas.

Jesús nos habla administrar bien los bienes, va acompañado de un cambio de corazón y de mentalidad para buscar a Dios y compartir con los que menos tienen. No se trata de una dádiva, sino de un justo derecho a quienes labran la tierra, dirigen las empresas, elaboran los productos, que quienes gobiernen dicten leyes justas que protejan la vida y velen por el bien común  de todos sin distinción. (Por: Fray Héctor Herrera, o.p.)