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Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo: Denles ustedes de comer

Chimbote en Línea (Reflexiones).- Una mujer, su esposo ciego y un niño tocaron a la puerta y dijeron: “Tenemos hambre, dennos un pan”. El pequeño dijo a su madre: No hay pan ni para nosotros. Matilde llena de compasión y de ternura dijo: hijo mío hazlos pasar, pueden ser el mismo Jesús que te pide un pan.

Aquella madre había comprendido la misericordia y compasión que tiene Jesús para la humanidad que siente hambre, a quien había sanado sus heridas. El evangelio de Lc 9,11-17 nos habla de esta experiencia. Y nos da una misión como Iglesia, “Denles ustedes de comer”. Los discípulos como nosotros hoy nos sobrecogemos: donde vamos a comprar pan para tanta gente. Hoy  este cuerpo de Cristo, sufre hambre de pan y hambre de Dios. Porque confía esta misión a su Iglesia, que hará lo posible para satisfacer la necesidad, para ser agradecida a Dios y celebrar la fiesta de reconciliación para poder partir el pan con el que sufre y comunicar la alegría en el compartir.

Jesús no sólo sana a la humanidad que lo busca, sino nos enseña que el pan, signo de la comunión entre personas, es fortaleza y ánimo para que trabajemos con amor y justicia en defensa de la vida,  la libertad y  la verdad. Y nos encomienda como Iglesia a tener una viva preocupación por su cuerpo: hacer lo que esté a nuestro alcance para que el pan sea distribuido en forma equitativa y justa.

La presencia de Cristo en la Eucaristía nos congrega, porque Él es el Pan de Vida, para que tengamos una nueva vida y nos unamos más como comunidad que comparte solidariamente, la oración, el trabajo y el esfuerzo diario por vivir, por sentirnos más hermanos los unos de los otros, para convertirnos en personas que buscan un cambio en las formas de vida en la sociedad para que el pan llegue a la mesa de todos.

Jesús al “levantar los ojos al cielo” nos enseña la actitud de oración y de confianza, de gratitud y alabanza por los dones recibidos. Esta tiene que ser nuestra actitud hoy. Es en el gesto de partir y compartir donde nos reconocemos como sus discípulos. Es en el don de la fe, del servicio y del gesto solidario donde verdaderamente podemos decir: Jesús es el Señor de la Vida. Él es el Pan vivo que ha venido para que tengamos una vida mejor y hagamos todos los esfuerzos para salir de las situaciones que nos impiden ser humanos.

Jesús puede transformar nuestras vidas y comprender que nos llama cada vez que comemos su cuerpo y bebemos su sangre, a ser testigos de vida y de fe, que se traduce en el amor y en respeto por su cuerpo que somos la Iglesia: una Iglesia solidaria que está presente en la defensa de la tierra, del medio ambiente, que trabaja y se une para atender y socorrer al necesitado, una Iglesia que celebra y se alegra con este Dios que vive en medio de nosotros. (Por: Fray  Héctor Herrera, O.P.)