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¡Ya salió Altamar! En memoria de Jaime Guzmán Aranda

(Por: Guillermo Martínez Pinillos) A los acordes de Primavera de Vivaldi se presentaba la llamada de atención mensual del arte y las letras en Chimbote. En los años 90, en casi todas las emisoras de radio de Chimbote se anunciaba, con el fondo musical de esos acordes, el mensaje de: “ya salió Altamar!”. En unos pocos segundos se dictaba el cartel de famosos que en cada edición se daban cita para colaborar con artículos, entrevistas y otros, en lo que fue una de las mayores revistas culturales del puerto de Chimbote.

Altamar estaba más allá de ser la lectura obligada de las salas de espera de consultorios, la suscripción fija de bibliotecas y ONGs.

Era un soberbio referente cultural porteño, ágora de poetas, bohemios y entendidos. El Magníficat de la divina anunciación del arte, el Hermes  griego de los libros chimbotanos, el Chasqui de quipus multicolores. La tribuna de las letras de este puerto en cuyo crisol no sólo se ha producido acero de calidad, si no material para la filigrana de versos, para la onírica del cuento y de otras artes que Jaime Guzmán Aranda reproducía en sus páginas.

Al Loco Jaime lo conocí en esas mis idas y venidas de reportero post adolescente. El diario en el que yo trabajaba era casi vecino del “bunker” que había instalado en el Jr. Pizarro, bajo el letrero de Editorial Río Santa. Ahí, detrás de la librería, tenía Jaime un rinconcito donde revisaba textos, corregía pruebas, seleccionaba fotos que el buen Eduardo Chino Pérez procesaría en la fotomecánica. “¿Ya esta listo, compañero?”, me abordó una tarde en el Jirón Manuel Ruiz. Días atrás, durante el cevichito dominical en el Bar de Pedrito Baca.

Yo le había comentado que tenía transcrita una larga entrevista con Fray Enrique Camacho -el cura Cardozo de El Zorro de Arriba y El Zorro de Abajo- en la que se refería a Arguedas y al Chimbote de los años 70.

Una entrevista en la que pasado el susto del vozarrón y el humor negro del Gringo, había logrado obtener un buen material de referencia literaria. Jaime estaba interesado en colocarla en una edición de homenaje a Arguedas y yo me moría del orgullo por ver mi nombre en letra de molde junto al de Marco Martos, Maynor Freyre, Lino Dolan, Pepe Gutierrez, Pedro Beltran, Saniel Lozano, Gonzalo Pantigoso, que eran apenas parte del cartel con que la Revista Cultural Altamar se presentaba en cada edición.

Existe memoria de otras revistas que aportaron en la difusión del movimiento cultural de esta ciudad. Pero es sin duda Altamar, la que logró posicionarse tanto en el nivel local como en la Capital y otras provincias como un referente cultural.

Eran tiempos en que a la par, a través de  Editorial Río Santa -también bajo la dirección de Jaime-, se vivía el vértigo de publicaciones de literatos chimbotanos que poco a poco iban colocándose en las listas de los útiles escolares de toda la provincia.

Los chicos de secundaria empezaban a reconocer a Oscar Colchado, a Dante Lecca, a Julio Ortega, a Marco Merry, a Víctor Unyen, a Miguel Rodríguez Liñán y al propio Jaime, entre otros. En las presentaciones de esos libros podíamos juntarnos los lectores del Altamar, los autores, los críticos y los lectores.

 Altamar no sobrevivió mucho tiempo. Hacia el 96 dejo de salir. Mi entrevista se quedó ahí sin ver la luz, con su título, su encabezado y mi crédito de autor durmiendo su oportunidad, entre los archivos que Jaime bien sabía confundir, sobre papeles y papeles, dentro de cajones desbordados, en poco sólidos apilamientos.

Años más tarde se sentiría la ausencia de Altamar, es probablemente que no sólo entre sus lectores si no en el mismo Jaime Guzmán. Por eso se aventuró en el proyecto Los Zorros. Mucho más austero y con  menor difusión no llegó a alcanzar el éxito editorial anterior. Talvez el formato de tabloide, el colorcito melón de su papel, o sabe Dios que detalles -como el hecho de que las personas leían cada vez menos-, fueron los que no permitieron sobresalir a este nuevo esfuerzo.

Yo me he quedado con la melodía en el oído. Cada vez que escucho el fragmento Primavera de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi, repito de memoria: “Ya salió Altamar!”, aunque no ocurra. Aunque no vuelva a ocurrir. Sin embargo sabemos que no quedó ahí. El pasado 2012, durante la presentación de un libro de Fernando Cueto, anunciaron una nueva edición. Podría reeditarse Altamar y veríamos en sus páginas la forma como se pensaba en los años 90. Las ideas ahí presentadas son -sin duda- materiales para volver a leer y leer.

Pero el mago ya no esta entre nosotros. Nos ha sorprendo a todos la noticia que se anuncia en todos los medios: el Loco se ha marchado. Ha dejado su estela alucinada de cronopio porteño. Su charla nerviosa, su poco filtro en la charla, su broma pragmática y su poesía. Un vinito, Jaime? Pasea por las nubes, conversa con Wilde, es seguro que no se va a alejar mucho; va a publicar Altamar en el cielo. Ha subido un poco más alto y se pasea, con todas sus bullas, su multicolor y su salsa en parlantes altos, sobre el fantasma desordenado del viejo Mercado Modelo. ¡Hasta siempre, Jaime!