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Marcados por el Espíritu: Pentecostés

Chimbote en Línea (Evangelio Dominical- Por: Fray Héctor Herrera).- Jesús sopla sobre sus discípulos un aliento de vida. Los hace una nueva creación porque les confía una misión. El evangelio de Jn 20,19-23 nos dice que Jesús marca a sus discípulos con el Espíritu Santo para que seamos mensajeros de reconciliación para sanar el corazón enfermo, infundir una nueva vida fraterna, para permitir que el calor del amor mejore las relaciones humanas.

Los discípulos al ver al Señor Jesús se alegraron (v.20). Porque “A partir de Pentecostés, la Iglesia experimenta de inmediato fecundas irrupciones del Espíritu, vitalidad divina que se expresa en diversos dones y carismas (cf. 1 Cor 12,1-11 y variados oficios que edifican la Iglesia y sirven a la evangelización (cf. 1 Cor. 12,28-29). (D.A. No. 150)

Jesús ha cumplido la voluntad de su Padre, nos invita hoy a realizar su misión. Y nos da el aliento de la vida, unido a la paz que destruye el pecado, la división, la soberbia y el egoísmo. La novedad de la primera comunidad cristiana es que vence el miedo y está llena del Espíritu de Dios para emprender un nuevo caminar.
 
Caminar según el Espíritu nos hace comprender Pablo: es dar frutos de “amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí” (Gal 5,22-23). Es crear condiciones y valores nuevos de confianza, cercanía, testimonio de la Palabra de vida en nuestras relaciones personales y comunitarias.

Pentecostés unifica. El lenguaje de Dios unifica, respetando las diferencias. Es sintonizar con el Dios vivo revelado en Jesús. La fuerza del Espíritu lleva a los discípulos a anunciar el reino de Dios. Es el nacimiento de la Iglesia a la misión de ser anunciadora de buenas nuevas (cf. Hch 2,1-11).

Hoy “la Iglesia, en cuánto marcada y sellada “con Espíritu Santo y fuego” (Mt 3,11, continúa la obra del Mesías, abriendo para el creyente las puertas de la salvación (cf. 1 Cor 6,11) (D.A. 151). En este sentido estamos llamados a dejarnos guiar y fortalecer por el Espíritu Santo en el anuncio de la Palabra, con gestos sencillos y profundos, que marquen la fe y la caridad de este Pueblo de Dios para ser testigos del Resucitado.

El Espíritu de Dios, unifica a aquella comunidad apostólica y les da  fuerza y  sabiduría para anunciar al resucitado. Porque el Espíritu es luz que ilumina y entra en el fondo del alma, y  quienes los oyen, pueden comprenderlos en su propia lengua, porque traspasa fronteras, lenguas y razas.

La misión de la Iglesia naciente como la de hoy, tiene que ser una función profética. Instaurar el reino de  paz, promover el derecho y la dignidad de todo ser humano porque “el efecto de la justicia será la paz, la función de la justicia, calma y tranquilidad perpetuas” (Is. 32,17)

Que el Espíritu Santo nos haga renacer con la misma fuerza de Dios, para ser testigos de la verdad, la justicia y la paz, para darnos la fuerza y el coraje, en medio de un mundo que necesita luz y claridad, para vigilar que todo ser humano es imagen viva de Dios que merece ser respetada, amada y promovida en su dignidad como persona. (Fray Héctor Herrera, o.p.)