Barranca

Chimbote en Línea (Por: Ricardo Ayllón)  Barranca, tambo a mitad del camino, paraje elegido por papá para detener nuestro viejo Volkswagen y buscar un restaurante a la hora de almuerzo, camino hacia Lima. He retornado en la memoria a mis siete, a mis ocho años de edad, y este es el primer recuerdo que tengo de ti, Barranca, un medio día de fines de los años 70: el sitio de paso, la mitad del trayecto, una fonda que nos libera del desierto.

Y como en esas ocasiones, tú nos recibes ahora del mismo modo, con una avenida bullanguera colmada de campesinos venidos de la sierra por bandadas, comerciantes de diversas razas que atraviesan las costas del Perú, trifulca de gente cruzando la calzada en una calle abarrotada de negocios donde sería fácil perderse si uno se quedara minutos más de lo debido.

Porque yo soy de Chimbote y me gusta compararte con mi puerto; y me seduce la idea de medir las factorías pesqueras de Supe Puerto con las de Chimbote, o cotejar ociosamente el aroma dulzón que despide la azucarera de Paramonga con la fetidez de las harineras chimbotanas.

Luego ingresé a una universidad de Lima, iba por la veintena de años y nuevamente me abasteciste de imágenes que quedaron en la memoria para siempre: la vieja y misteriosa fortaleza de Paramonga, los cañaverales altos y perpetuos, la apacible Pativilca y aquella legendaria casona de fachada blanca donde el Libertador estableció su sitio de campaña; más allá, los repetidos locales al borde de la carretera ofreciendo camarones frescos, el ancho y contorneado puente atravesando de subida el río Pativilca y, entonces, tú, Barranca; tú, como en este momento que con mi esposa y mis hijos atravesamos tus calles buscando el litoral, las nuevas fondas marinas donde preparan el mejor tacu tacu de mariscos de esta parte del Perú.

En la incesante necedad de hacerme escritor conocí a los hermanos López Morales, dos muchachos chimbotanos escritores y promotores culturales que se establecieron junto a su familia en tu corazón, y mi relación contigo, Barranca, es continua.

Ferias de libros, encuentros de escritores, festivales de poesía: los hermanos López son inagotables y en estos últimos años han organizado eventos culturales sin desmayo. Yo me considero su cómplice dichoso, por eso acepto acompañarlos en estas empresas sostenidas por el sueño común.

Y así me aparezco por tus calles al menos una vez al año; y tú ya no me suenas a eventualidad sino a permanencia; ya no a frugalidad sino a identidad.

He dormido en tus hoteles, he andado por la vera de tus playas, he bebido en tus cantinas, he trasnochado en tus plazas discutiendo de literatura con escritores del resto del Perú, y me he convencido, Barranca, que te has instalado en mi alma como uno de esos amores que llega a nuestras vidas sin saber cómo ni cuándo.

Barranca, Barranca… tu nombre no suena solo a desfiladero, sino a una historia local que me comprometo ahora en conocer; porque de ti no debe quedarme únicamente la anécdota; sino que el nombre que has dejado impregnado en la memoria del Perú ha de ser compromiso para aprenderte desde tus orígenes y desde el legado que tus años brindan como una leyenda particular en cada uno de tus hijos.

Estoy escribiendo sobre ti, Barranca, y es una emoción que llega con fuerza ahora que paladeo el primer bocado de este tacu tacu exquisito frente a tu mar.

(Foto: La República)

 

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