La república para Atusparia

Chimbote en Línea (Por: Guillermo Martínez Pinillos) La República, esa evolución latina que era para los griegos el gobierno de la Justicia y la Ley, aquel dolor de cabeza de absolutos monarcas y zares de inflamados bigotes, aquella solución de la burguesía jacobina y las independencias de ultramar, en el Perú -pasada la fiebre emancipadora y antes de 1900-, no significaba otra cosa que el nombre de otra forma de infeliz esclavitud para la debilitada población indígena.

El trabajo de república era una corrupta distorsión creada para seguir sometiendo a estas etnias vulnerables; un diezmo antes del diezmo que bien conoce Ancash en estas circunstancias. Un abuso de autoridad y un estrago de lastre colonial que permitía contar con mano de obra barata, un poco para las obras públicas, y la mayor parte para hacendados, comerciantes y autoridades.

Pedro Pablo Atusparia, el alcalde indígena de Marian y del novísimo distrito de La Independencia, en la capital de Ancash, se negó a convocar a su pueblo al corte de paja para reparar techos de casas ajenas; que aquel verano los mistis huaracinos sufrían tormentas. Fue así como estalló la rebelión de 1885 en Huaraz. Fue una rebelión contra la injusta república.

Uchcu Pedro, el minero que acompañó a Atusparia en la lucha, también lo consideraba así; sin duda percibía que la independencia sólo había cambiado de nombre al yanaconaje y la mita, nefastas instituciones coloniales que según se conoce fueron instrumentos para un genocidio brutal en América del Sur.
Fue en marzo. El segundo día de marzo para ser más preciso, cuando empezó el mes de Ancash. No me refiero a una fiesta cívica, se trata de contar la historia como una manifestación ciudadana de respeto histórico al inmortal alcalde Pedro Pablo Atusparia y a Uchcu Pedro, líderes de la rebelión de Huaraz, que hace muchos marzos emprendieron la tarea de revindicar los derechos de las mayorías.

El Perú estaba desangrado por la Guerra del Pacífico y las Guerras Civiles. Los generales Iglesias y Cáceres se disputaban el territorio y a los indios que en él vivían. Los necesitaban para soldados con sus mujeres las rabonas, para estrategias caceristas de rayán pistola (*), para hacerlos parte de la vida nueva del país, para empoderarlos de la república, que estaba fresca. ¡Vaya que sembraron esperanza, pero la irrigaron con sangre!

Acabada la guerra civil, una tranquilidad tensa vivía Huaraz. Era el tiempo previo al gobierno de Cáceres. Había que reconstruir el país naciente. Era necesario el impuesto a los pueblos indígenas, pero este alcanzó la suma anual impagable de 20 soles (4 soles de plata) y a eso se sumaba la ignominia del trabajo de república no remunerado.

Sabemos que para esta labor no sólo se desplazaba el jornalero. Era una gran movilización de las comunidades, con agua, chicha y comida para los trabajadores. Atusparia gobernaba obedeciendo, tal como ejercen su mandato los alcaldes comunales. Se negó a convocar a su pueblo para techar las casas del pueblo y lo expresó con un manifiesto. Fue apresado y torturado. Al exigir su libertad, una veintena de alcaldes de las comunidades quechuas de Huaraz, fueron también apresados y humillados. Cortaron sus trenzas de nobleza y autoridad, intentando mutilarles la dignidad de un tijerazo, pero se tornó en rebelión.

Los indígenas no iban con las manos desnudas. Contaban con los rifles de la guerra civil y el reciente ardor de su carnicería. Tomaron guarniciones, liberaron presos, masacraron gendarmes y la revuelta tornó, de una reivindicación de derechos, a una guerra de indios contra mistis, contra blancos Una lucha étnica.
La república ha  perdurado y está próxima a su bicentenario. Han pasado casi 140 años de la gesta de Huaraz, pero se han perpetuado los vicios del principio. No me refiero al trabajo de los indios. No, me refiero a mucho más que eso.
La rebelión de Huaraz, no duró mucho pero Atusparia haperdurado en nuestra memoria. No acabó con sus líderes fusilados, con Uchcu Pedro traicionado y con el Alcalde envenenado, años después, acusado de traidor por hacerse amigo del Taita Cáceres.

En el centro de Huaraz, el homenaje a don Pedro Pablo está vivo y su mensaje es vital aún. Sobre todo en Ancash, cuando reflexionamos sobre el daño y los niveles que la corrupción alcanza – en cualquiera de sus manifestaciones- , de la exclusión y de la justicia miserable con que el Estado funciona.

Parece decirnos desde entonces que esta república necesita renovarse, el Estado necesita una limpieza para colocar estructuras nuevas dentro de él. Que esta república es la que nos convoca a todos y bien podría hacernos elevar infinitamente los símbolos de nuestra patria. Que necesitamos una Patria para Todos.

(*) Cuenta la leyenda que Andrés Avelino Cáceres armó a los campesinos de Yungay con ramas de Rayán para simular que tenía un ejército rodeando las alturas.
 

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