El clamor de los humildes. Jorge Noriega y Enzo Lino, In memoriam

Chimbote en Línea (Por: Guillermo Martínez)  “Ahora los campesinos estamos cada vez más pobres; un pueblo joven parecen nuestras parcelas”. (Modesto San Miguel, líder campesino del Valle de Lacramarca)

Santos Ríos Chapilliquen era casi anónimo hasta que lo mataron en el cruce de Santa, en Enero del año de 1989. Murió en manos de la represión, agonizando sus días en el Hospital Regional de Chimbote, en tanto los ochentas iban acabando. Era la temporada de la cosecha del frijol ojito negro, casi en la mitad del desastroso primer gobierno aprista. El monopolio en Enci y Ecasa para la comercialización de granos e insumos enfrentaba a los campesinos con el gobierno, convirtiéndose en voluntad de paro.

La política agraria del Apra todavía guardaba herencias de la Reforma Agraria -refabricada por ellos con los ojos y los oídos cerrados-, y beneficiaba sólo unos cuantos productores agrarios acomodados e intermediarios inescrupulosos que se favorecían de la injusticia. Amparados por la ley y el poder, regateaban hasta el mínimo rasante los precios de los frutos de la tierra y del esfuerzo campesino. Las principales centrales agrarias decidieron ir al paro el 26 y 27 de enero de 1989. Fue el último Paro Nacional Agrario de los tiempos del mundo bipolar y la guerra fría. Sin duda, por eso tuvo sus características propias e inolvidables: sus héroes, sus mártires, sus muertos.

“Mi papá estaba en la cama; no veía porque los perdigones le habían caído en la vista. Ay, hijita. Yo sólo quería que me den un precio justo para mi maíz, me decía”. (Rosa Ríos, Hija de Santos Ríos, mártir campesino del Valle del Santa.

La noche del 26 de enero, yo había dormido abrazado a una grabadorita Sanyo, que fue mi primera compañera de reportero. Sus pilas estaban bien cargadas. Para entonces podía haber sido la más pequeña herramienta de periodista que había visto; era la más valiosa también. Así lo habían aprendido de  los comunicadores de “Amanecer Campesino“,  nombre del programa radial del Centro de Intercomunicación Social de la Diócesis de Chimbote- CINCOS, dirigido por Fr. Héctor Herrera, que me tenía como colaborador escolar a los 17 años.

Desde la media noche, en frente nomás de mi casa, en el Distrito de Santa, había grabado los primeros sonidos de las piedras con que los gremios agrarios -organizados en piquetes- bloqueaban la Panamericana Norte. Al amanecer, había logrado componer varios metros de cinta magnetofónica con el clamor de los humildes, de la muchedumbre, y mis inocentes relatos de reportero de guerra, que transmitiría horas más tarde en vivo desde la central telefónica de Entel Perú –según había pactado- para la programación de radio Onda Nueva.

Hacia las 11 am. los campesinos de los valles de Santa y Lacramarca habían tomado el cruce de Santa. En camiones, tractores, carretas, acémilas y bicicletas llegaron hasta aquel istmo carretero y lo habían hecho suyo en protesta, impidiendo el tránsito de los vehículos que iban al norte o que venían del norte. Desde allá o hacia allá, sencillamente no había como pasar. La policía reprimía con gases y con varas, pero el cerco no se rompía. Se reforzaba la Policía y cambiaba de guardia, mas la cadena de agricultores se mantenía incólume exigiendo soluciones a sus problemas.

"El Estado parece enemigo de los campesinos. Enemigo de quienes producimos los alimentos para el pueblo”. (Oscar Esteves Romero, líder campesino del Valle del Santa).

Miles de campesinos  coloreaban el día. Los aromas de justicia se cocían en una olla común; junto a la toma de la carretera paseaban las ventas de refrescos; la banda sonora era el ruido de las cornetitas heladeras y los discursos del altavoz campesino. Pasada la cintura del día arribó hasta el cruce un contingente policial que venía desde Virú con orden expresa del Ministro del Interior de desbloquear la vía, resguardar  el orden y asegurar la carga de miles de camiones y tráileres, que ocupaban largos kilómetros a ambos lados de la carretera. Vaya que lo hicieron. Una durísima represión cayó sobre los campesinos, con palos, bombas lacrimógenas y perdigones. De esta manera fue herido Santos Ríos, junto a cientos de manifestantes.

“Policía, hijo de campesino. ¿Por qué reprimes a tu pueblo? Ayer has dejado al borde de la muerte al compañero Santos Ríos Chapilliquen. ¿Por qué reniegas de tu clase?” (Jorge Noriega Cardozo, compositor musical y líder campesino del Valle del Santa)
 
Santos Ríos Chapilliquen falleció el 27 de enero de 1989. Agonizó en el hospital junto a su impotente familia. Sus restos se depositaron en una lomita pedregosa de Rinconada donde estaba ubicado el cementerio. Hasta allá fuimos a visitarlo meses después -y a llevarle flores- Enzo Lino y este novicio comunicador campesino. Se veía todo el valle y el curso del río desde ahí; no había justicia en su martirio, nada había cambiado después de este atropello; pero el aroma del verano en las parcelas, la brisa suave de esa colina… vaya que era un lindo lugar donde descansaba para siempre Don Ríos.
 
“Mas el ríe contento en su trigal, mira al cielo y agradece por el pan./…Y conversa con las aves con los sauces y el ciprés que sembró junto a su choza una vez. /Con su arado seguirá buscando su verdad y tendrá en su cosecha navidad.” (Félix Yoshi, Compositor y campesino)
 
Frustración y nostalgia, dice sentir ahora Carlos Vega Valverde, dirigente campesino. Le llamé por teléfono para reconstruir esta historia y me ha dicho que las condiciones siguen siendo duras para el sector agrario que tiene que reinventarse soluciones de asociatividad para sobrevivir en tiempos de TLC y cambio climático.
 
Oscar Esteves, Julio Ballarte, Modesto San Miguel, Jorge Noriega, Julio Herrera, Pancho y Marcial Valverde, entre otros líderes, destacaban por una formación clasista, en donde se definían con claridad los roles y las posiciones ideológicas en debates programáticos y de estrategia que son inexistentes ahora en el sector.
 
La unidad de clase es una palabra del pasado y aunque existen esfuerzos en el cooperativismo campesino, se anteponen los propios intereses a las soluciones colectivas. Sigue siendo una esperanza la reactivación del agro, su protección como sector productivo, su reconocimiento como sostén de la seguridad y la soberanía alimentaria. Aunque ostentan ahora la propiedad no ha cambiado mucho su condición de  parceleros a la que tenían antes como haciendarunas. Así es como el Día del Campesino nos pesca hoy y cada año
 
“¿Cuál será el porvenir de nuestros hijos si de herencia les dejamos la pobreza? (Jorge Noriega Cardozo, compositor musical y líder campesino del Valle del Santa)
 
Para escribir esta crónica extensa he recordado en días recientes todos estos episodios y he pedido ayuda a amigos con quienes no he vuelto a hablar tal vez en veinte o quince años. Hay algunos con quienes es más difícil lograr su testimonio, como Enzo Lino, mi hermano comunicador agrario que se fue al cielo con su grabadora en la mano, Pedrito Estrada que se animó a acompañarlo y Don Jorge Noriega, que hoy nos canta desde el cielo.
 
Pero Carlos Vega, Adolfo Martínez y Carmen Alejos, Efren Rebaza, Julio Martell y Marino Carbajal; Carlos Enriquez y Víctor Mendoza; Segundo Sanchez, Enma Ruiz y Fausto León; Alberto Noriega y Pepe Quezada, forman también parte de esta historia. Creo que ellos bien quisieran acompañarme a construir juntos un Feliz Día del Campesino. Gracias.
 
“Grandes muchedumbres, trigo del alba, cuanto han hecho. (…) Muchedumbre, trigo del alba, serás siempre el cuerpo fundamental de las próximas batallas. (…) Toda la sangre vertida, que nos quiso ya liberar, no se ha quedado dormida, cuidado que va a estallar, cuidado que va a estallar”. (Juan Luis Dammert, compositor)
 
 

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