“Tras el cristal” o algunas formas de la ausencia en la poesía de Pablo Moreno Valverde

(Por: Ricardo Ayllón) La tradición literaria en la Universidad Nacional del Santa, de Chimbote, comenzó a configurarse casi desde el momento en que este centro superior de estudios fue consolidándose en la Región.

Agrupaciones creativas como Bellamar, Trincheras y Brisas, desde la pasada década del 90, fueron fundadas y conformadas por docentes, trabajadores y estudiantes, quienes, en revistas y opúsculos de cuento y poesía, ofrecieron verdaderas pruebas de que el trabajo de sus integrantes era sustentado por el deseo permanente de lograr un buen arte creativo.

El grupo de literatura Brisas, integrado por estudiantes de Educación, ha tenido, en este marco, un rol y un resultado productivo dignos de ser tomados en cuenta: pese a su posterior disolución, sus miembros durante estos últimos años empiezan a convertirse en serios agentes de la escena literaria chimbotana.

Pablo Moreno Valverde, quien participó de esta aventura colectiva (junto a Ítalo Morales y Juan Carlos Lucano, entre otros), no hace la diferencia, razón por la cual ha decidido entregar finalmente su primer conjunto orgánico. Con el precedente de un reconocimiento en un certamen literario local, una destacada labor docente y una preparación permanente de trabajo en la palabra, Moreno ofrece ahora “Tras el cristal”.

A partir de textos breves y altamente emotivos, el poeta permite vislumbrar que lo íntimo y lo reflexivo tienden a ser verdaderos sustentos de poemas que, debido a su fugacidad, se constituyen en imágenes fotográficas de sus emociones, pero que, en conjunto (y si se recorre con detenimiento el contenido de los poemas), se prolongan a través de una evidente sensación de ausencia y reclamo.

Pese a que el primer poema (Destiempo) se refiere a un encuentro amoroso postergado por mucho tiempo, se puede colegir gradualmente que el imaginario temático del autor tiende a desplegar más bien un evidente lugar para la ausencia, el cual, tal vez, ha sido la premisa del primer poema.

Así, desde el momento en que pide que se le abra la puerta porque “el cielo entristece” (Ábreme la puerta) y, posteriormente, pregunta “Dónde estás” manifestando al ser amado que “Tus caminos dejan el vacío de mis horas” (Horas caídas), es posible identificar en palabras, imágenes y en la articulación de los textos, una notoria sensación de ausencia sobre la cual la expresión se mueve casi inconscientemente.

En el poema Nimio pregunta con angustia si es su propio cuerpo (que siente ausente) el que se encuentra ahora con él: “¿Estás aquí?.../ ¿Estás aquí?...”; mientras que en Silencio, la espera de la vida (que lo mantiene en un estado de expectativa) consigue ser otra forma de ausencia, incluyendo para esto al propio silencio, que no es otra cosa que la privación (la ausencia) del sonido.

Pero la ausencia prende también de otras maneras, como en Sentencia, poema dedicado al tiempo, y que en versos decisivos como “Una huella marchita/ se/ deshace/ al/ borde/ del/ reloj” se prevé la presencia de la muerte como anuncio palmario de la ausencia de vida; o como en Huir, dedicado al alejamiento (otra forma de privación); o como en los posteriores poemas donde la ausencia aparece a manera de representaciones que permiten su deducción: Retorno: “que/ un día/ abandonó…”; Destino: “Se buscó/ en/ sus genes…”; Altruismo: “Tiéndeme/ la Mano/ le/ suplicó/ la/ vida,/ no lo hizo…”; Regresión: “Se alejó/ dejando/ su ánima…”; Se marchó: “Se marchó/ sin/ el sol…”; Vientre: “ese vientre /Se ocultó/ entre sus dedos…”, etc.

Negaciones, abandonos, partidas, ocultamientos, todas formas de la ausencia (patente o involuntaria) que sin embargo no dejan en el letargo al poeta, sino que lo incitan a un reclamo, a un pedido de lo opuesto: la presencia.

Ya se había previsto tal reclamo en Altruismo, citado en el párrafo anterior; pero se encuentra claramente en Cúrame, donde la demanda de otro ser es indudable: “Cúrame/la vida con un poquito de ti…”; o en Cobertor: “Un pedacito de ti/ para/ calmar mi llanto…”, etc.

Pero volviendo a la ausencia como el eje que abre una opción en la lectura de este libro, es posible identificar textos como Me arrebataron, Aborto y Naufragio, los cuales parecen contener desde el mismo rótulo una suerte de premisa intrínseca. ¿O no es verdad que de solo leer estos títulos, se nos figura la sensación de presencias violentadas que dan lugar a una ausencia indeseada pero real?

Más allá de esta dilucidación (que obviamente lanzamos como una más entre muchas), resulta inspirador el carácter reflexivo de varios de los textos, los cuales no se quedan en la mera propuesta estética, sino que permiten la posibilidad de avivar la meditación tras su lectura.

De este modo, nos preguntamos, por ejemplo, qué subjetiva pretensión anima al autor cuando plantea en la estructura la presencia de treinta y tres poemas (número coincidente con la edad en que murió Jesucristo), ubicando al final el intitulado Crucifixión. Quizá el revisar tal disposición en los poemas abre otra perspectiva en su interpretación.

Como fuere, todo libro es un organismo vivo cuyo ciclo se diversifica según el número de  lectores que va ganando.

Y esta ley de la realización literaria no debe ser desconocida para Pablo Moreno Valverde, quien se ha permitido aguardar unos años antes de entregar su primer libro de poemas, una forma de asegurarse que esta suerte de vivencia escrita titulada “Tras el cristal”, prenderá y se reproducirá en los corazones de los lectores perdurablemente.