Para que no se repita

(Por: Lic. Sergio Benites Romero)  Una parte de mi existencia transcurrió en paralelo a la violencia política ochentera, básicamente mi infancia y adolescencia. Por  aquel entonces mis inquietudes por conocer en profundidad este fenómeno social no encontraban las respuestas claras, primaba la versión oficial de los hechos, de eso fui siempre consciente.
Por tanto me eché a la tarea de documentación pormenorizada del surgimiento, desarrollo y declive de uno de los conflictos internos más sangrientos que quedará registrado candentemente en la historia y marcado dolorosamente en la memoria.

Como resultado logré compendiar un archivo personal y a la vez arribar a mis propias conclusiones, pero también fue inevitable sobrellevar internamente un profundo dolor por todas las secuelas experimentadas.

Como muchos peruanos y peruanas, nunca podré olvidar, siempre hay una noticia, una conversación, una lectura, algún evento, alguna melodía que estremezca los traumas en muchos y en mi caso acicatee los recuerdos, mientras redacto estas líneas resuena en mi mente la tonada “Desaparecidos” del salsero Rubén Blades.

En algunas de mis visitas a Santa, pude conocer “in situ” algunos de los lugares que violentaron el distrito con la desaparición de campesinos en 1992 a manos del destacamento militar denominado “Colina”.

Participé en muchos eventos año a año celebrados para reclamar justicia. Posteriormente, por mi actividad docente uno de mis estudiantes resultó pertenecer directamente con una de las familias afectadas en dicho suceso, accedió a mi petición de contactarme con los suyos.

Y así pude entrevistarme con don Jorge Noriega, pude conocer la grandeza intelectual de un noble campesino que se apoyaba en sus fuerzas para cargar con su procesión de justicia, rápidamente sentí de cerca su dolor de padre y su sed por la verdad completa.

En este año, antes de finalizar la campaña electoral a la presidencia, tuve la oportunidad de caminar con Noriega y los demás familiares deudos en una protesta para rechazar el fujimorismo, nunca sentí tan hondo orgullo por sujetar su banderola, por acompañar su causa.
En la primera semana de agosto, los medios comenzaron a dar cuenta de un hallazgo impactante: fosas humanas cuya descripción correspondería a los asesinados campesinos santeños.

Tal hecho reviste una importancia que alcanza el mérito de ser citado también en el índice de los libros “Muerte en el Pentagonito” de Ricardo Uceda; “Ojo por ojo, la verdadera historia del grupo Colina” de Umberto Jara; y del mismísimo informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.

El 4 de agosto una vez más se cayó el cielo para los responsables procesados. Para la otra parte solo se abrió paso una inmensa luz reveladora que acaba con la búsqueda lacerante de familias santeñas.

El mundo ha debido rotar 19 veces alrededor del sol, toda esa magnitud de tiempo se tomó la verdad para ser desgranada, me asalta en la mente la canción “Vuelven a la eternidad” composición de Walter Coayla, muy difundida por los Hermanos Gaytán Castro

Finalmente, el 2011, no es el año de Alberto Fujimori. No sólo no saldrá libre este año. No solo perdió en las ánforas presidenciales. Desde las arenas de Virú revive una exigencia para cerrar jurídicamente un caso, para cerrar un círculo de tortuosa espera.

Para los fujimoristas el significado de pacificación menoscaba el costo en vidas humanas porque implica afirmar cómodamente que se mató menos, aunque paradójicamente año a año más excavaciones escalofriantes refuten semánticamente y socialmente lo contrario.

después del dios del mar