
Es difícil pensar que un acontecimiento tan sangriento como la Primera Guerra Mundial haya tenido que ser el acicate para la cohesión del espíritu nacional y la identidad de los norteamericanos. Y así ha sucedido en muchos países. Los habitantes de la Unión Soviética tuvieron conciencia de sí mismos y de su lugar en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, a la que llamaron La Gran Guerra Patria. España fue estableciendo su identidad ibérica en la guerra contra los moros y en la lucha por su independencia de la invasión napoleónica. No deja de ser tremendo que la identidad de algunas naciones haya tenido que forjarse, en este caso, mediante la catástrofe que supone una contienda bélica.
Sin embargo, no sólo se fragua la conciencia de pertenecer a una nación, a un pueblo, mediante sucesos cruentos. El deporte también puede ser un gran catalizador para hacer brotar en el espíritu de la persona la noción que tiene de sí misma y de pertenecer a la ciudad o el país donde habita.
En las competiciones deportivas olímpicas, mundiales, continentales o regionales se puede distinguir a diversos grupos de personas como pertenecientes a una determinada comunidad, o país. Y toda la parafernalia que les acompaña está dedicada a apoyar al equipo con los cuales se sienten identificados, que generalmente es el de los respectivos terruños del que proceden. En este orden de ideas, los distintos deportes que se practican en Chimbote pueden constituir factores importantes en el proceso de galvanización de nuestra identidad, en una ciudad caracterizada precisamente por la multiplicidad de sus razas y su mosaico cultural. Mejor dicho, no para crear una identidad para los porteños (porque las identidades no se crean de la noche a la mañana), sino como uno de los elementos que necesita nuestra comunidad para lograr la afinidad espiritual que necesitamos y considerar que esta ciudad es la nuestra y debemos cuidarla y mimarla.
En el caso específico del “José Gálvez F.C.”, su actuación en los campos de fútbol pueden ser los aglutinantes que necesitan muchos porteños para sentir ese “orgullo de ser chimbotanos” del que nos habló el Padre Juanito en un diario local. Cuántas veces, en los años pasados (cuando el “Gálvez” estaba en racha ganadora y la hinchada abarrotaba el “Centenario”), oí decir en las combis o en los colectivos, a muchos foráneos asentados en Chimbote: “Voy a ver a mi Gálvez”, “mi Gálvez tiene que ganar otra vez”, “Chimbote para todo el mundo”.
Es decir, sin ser del puerto, estos forasteros se sentían chimbotanos porque había un aliciente (peregrino o baladí si se quiere) para serlo: las victorias del “equipo del pueblo”. Por eso, los últimos triunfos del “ José Gálvez F.C.” nos hacen abrigar la esperanza de que estamos ante el conjunto de fútbol que la afición porteña y el ciudadano viandante necesitan para hacer aflorar su alegría, su emoción, su impresión, es decir, para manifestar los sentimientos elementales que los lleve a identificarse con nuestro puerto. Sólo esperamos que la dirigencia del club esté a la altura de las circunstancias y no cometa los mismos errores de otras directivas que condujeron al “Gálvez” a Segunda División.