"El primer asombro", Denisse Vega Farfán

Chimbote en Línea.- (Por: Ricardo Ayllón) Con “Una morada tras los reinos” (2008), poemario que mereció el primer puesto del Premio Poesía Joven del Perú, Denisse Vega Farfán (nacida en Trujillo en 1986, pero con estadía en Chimbote) dio a conocer un evidente dominio lírico y expresivo. Tras ese importante mérito, además de su condición de finalista en la XIII Bienal de Poesía-Premio Copé Internacional 2007, Vega Farfán publicó luego la plaqueta “Hippocampus” (2011), siendo “El primer asombro” (Paracaídas, Animal de invierno, 2014) su más reciente entrega.

Dividido en cinco acápites o apartados, los cuatro primeros ofrecen en sus contenidos varios poemas cuyos temas guardan una unidad. Así, en el primero de los acápites, hallamos al arte de escribir poesía y a las reflexiones o corolarios producto de dicho ejercicio; en el segundo, un sentido homenaje a poetas, artistas plásticos y músicos de orientación suicida; el tercero, es el espacio para la naturaleza y los viajes, mientras que el cuarto apartado constituye una suerte de variaciones o agregados de lo anterior. El quinto acápite, conformado por un solo poema (“Recinto”), juega a manera de colofón.

¿Cuál es la novedad de este nuevo libro? Que, contrario a lo hecho en “Una morada tras los reinos”, donde nos encontrábamos con el poema-libro, la poeta se ha decidido esta vez por la brevedad, por textos que, en su mayoría, resuelve en un solo cuerpo y no los extiende en varias partes. Otra característica importante es que no se ha decidido más por los mundos ficcionales como tema de fondo, sino que se sitúa esta vez en asuntos ligados a la realidad, al pensamiento y sentimiento humanos, o a la contemplación de los elementos naturales.

Lo que Denisse no ha perdido, sin embargo, es el sugestivo toque que brinda su discurso cuando se propone reflexionar entre imágenes y descripciones; o, mejor dicho, cuando entrega imágenes que son a la vez reflexiones. Su lenguaje, al mismo tiempo, se percibe meticuloso; da la sensación de que se ha esmerado en poner las palabras justas en cada verso, en no dejar nada al azar sino en permitirse los cuidados necesarios para que su expresión no disuene en su significado, en su estética, ni en su ritmo.

En este sentido, estamos ante un evidente progreso en la psicomotricidad fina del resultado verbal. Y si bien en “Una morada tras los reinos” el abordar lo ficcional representaba un fascinante riesgo, el que esta vez la autora se haya decidido por otros contenidos no resta méritos a un conjunto que nos hace percibir –como señala Carlos Germán Belli en la contratapa del libro– “una conciencia del poema”. La misma que está inscrita no solo en el primer acápite (la referida al arte poética) sino a lo largo de los 31 textos.

He aquí una muestra de esta buena poesía: “El poema está listo. / Eleva casas, puentes, barcas hundidas, / aves de diversa estación migratoria, vidas / que hacia todos lados se desplazan. / Hace realidad lo que no se toca / y simple fábula lo palpado todos los días. / El poema está listo. Yo estoy en otra parte. / El que estuvo escribiéndolo al pie del aserradero, / ha desaparecido” (fragmento del poema “Enclave”, p. 29).
 

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